Seis estrategias de prevención de SIDA /1
Esta estrategia suele consistir en organizar reuniones en las que entre 10 y 20 participantes se relacionan cara a cara. Unas veces entre iguales y otras con la coordinación de un profesional. En estos encuentros se proporciona información y se motiva para el cambio de comportamiento. Pero además, se puede combinar con el entrenamiento de las habilidades sociales, la provisión de apoyo social, la discusión de valores y normas sociales, etcétera.
Cuando trabajamos con un grupo de alto riesgo, como es el caso de los heroinómanos, un componente fundamental es informar sobre las prácticas de contagio. Pero la intervención en pequeños grupos permite que, al mismo tiempo, se entrenen las habilidades para rechazar las propuestas de intercambio de jeringuillas, o se muestre algún procedimiento de esterilización. Precisamente, la oportunidad para incidir de modo simultáneo en aspectos sociales, cognitivos y conductuales es una de las bondades de esta estrategia.
A esto hay que añadir que en los grupos pequeños se reproduce un contexto controlado, de laboratorio, que hace posible la comprobación teórica y el aprendizaje basado en la experiencia. De hecho, es el tipo de intervención en la que con más frecuencia se recurre a modelos teóricos que guíen las actividades. Por mencionar algunos, el modelo de creencias de salud, la teoría del aprendizaje social, o los conocimientos sobre conformismo y apoyo social son utilizados como fundamento de la actuación en grupos pequeños. En segundo lugar, los participantes practican las nuevas competencias en un entorno neutro, sin las consecuencias de los contextos naturales.
Sin embargo, también podemos mencionar limitaciones. Muchas veces acuden a estos encuentros los individuos más motivados para cambiar de comportamiento, quedando fuera el grupo en mayor riesgo. La calidad de la intervención depende en cierto grado de las aportaciones de los participantes, con lo que en ocasiones se ve resentida. Y, por comparación, resulta una estrategia relativamente costosa, pues se centra de manera intensiva en un pequeño grupo de individuos.
Pese a todo -y según los informes de evaluación de programas-, se trata de una de las estrategias más efectivas en la reducción de los comportamientos de riesgo. Además, parece que la efectividad guarda relación con la intensidad de la intervención. Concretamente, se obtienen mejores resultados:
- cuando se combina la actuación sobre los factores de riesgo de tipo sexual con los relativos a las drogas,
- cuando se aplican varios métodos simultáneamente (por ejemplo, el cambio de actitudes y el entrenamiento en habilidades sociales),
- y en la medida en que se organiza un mayor número de sesiones.
Esta estrategia tiene la virtud de afectar a los procesos clave que determinan los comportamientos de riesgo, como es la influencia de iguales, ya sea a través de las normas o de los comportamientos que frenen el intento de influencia. Pero muchas veces la dificultad está en llegar a los grupos de alto riesgo.
Para citar este texto, puede utilizar la siguiente referencia.
Maya Jariego, I. (2003). Diseño, evaluación e implantación de un proyecto de intervención social. En F. Loscertales y Núñez, T. (Coords.): Comunicación e Intervención. Módulo 10: Revisión del proyecto y redacción final de la Tesis de Maestría. CD Interactivo. Universidad de Sevilla.