Varios modelos teóricos pueden aplicarse en el estudio de las adicciones. Por ejemplo, la teoría del aprendizaje social proporciona el marco más general para comprender el fenómeno, puesto que nos referimos a un hábito que se va instaurando a lo largo de la socialización. Pero, probablemente el modelo más utilizado en la intervención preventiva es el que resumimos a continuación: la teoría de la acción razonada.
Acción razonada. El modelo de Fishbein y Ajzen (1980) es uno de los que se ha aplicado con más frecuencia -y con mejores resultados empíricos- en programas de intervención psicosocial. El supuesto básico es que la persona toma decisiones de manera racional, haciendo uso de forma sistemática de la información disponible. El modelo presume cierta discrepancia entre intención y conducta, y propone dos factores cognitivos antecedentes: (1) la norma subjetiva, y (2) la actitud hacia la conducta. El esquema -relativamente simple- propone en su versión más reducida la siguiente lógica:
Actitudes hacia la conducta & Norma subjetiva >> Intención de conducta >> Conducta
1. La norma subjetiva es la presión social que percibe la persona en su entorno para realizar determinado comportamiento. Este factor puede descomponerse en (a) las creencias que se atribuyen a las personas importantes del contexto, y (b) la motivación para cumplir con dichas personas.
2. La actitud hacia la conducta es la evaluación positiva o negativa que el individuo hace de la misma. También este factor puede descomponerse en (c) los resultados que se atribuyen al comportamiento en cuestión, y (d) la valoración de tales resultados.
Un ejemplo sencillo permite ver los diversos componentes del modelo. Un adolescente que consume pastillas en la discoteca (a) acude generalmente con un grupo de amigos que han incorporado el consumo de drogas de síntesis como un elemento más de la diversión, y que esperan que todos los compañeros participen. Además, el joven (d) cree que las pastillas permiten prolongar la diversión y es raro que tengan efectos perjudiciales. Por último, (b) el interés por integrarse en el grupo de amigos y (c) pasarlo bien, proporciona la motivación para el consumo.
Según este modelo, es muy oportuno proporcionar información sobre las consecuencias de salud de determinadas drogas. Pero también es fundamental intervenir en las normas sociales al respecto. Este modelo está presente, por ejemplo, en los programas DINO y Órdago, y también están implícitos en muchas de las actividades del programa Ciudades.
Para citar este texto se ruega utilizar la siguiente referencia:
Maya Jariego, I. & Holgado, D. (2004). Implementación y potenciación comunitaria en la prevención de drogodependencias en el contexto educativo de Écija. Laboratorio de Redes Personales y Comunidades, Universidad de Sevilla. Estudio patrocinado por la Delegación Provincial de Asuntos Sociales de Sevilla de la Junta de Andalucía.